Sur. Antonio Soler. Premio Primavera de novela 2019.

Sur. Antonio Soler. Editorial Galaxia Gutenberg

Libro recomendado por José Felix Escudero Pitarch.

Me enfrento a las novelas ganadoras de premios con la prevención que exige suponer que hay intereses ajenos a la literatura, pero hacia tiempo que no tenía noticias del autor del cual leí una buena novela, El nombre que ahora digo, y me puse a leer con la determinación de siempre. No sé leer de otro modo ni creo que pueda hacerlo nunca.
Leí la contraportada y me anunciaron que era una novela sobre Málaga y gentes de esa ciudad en un día de intenso calor. Una novela cuya acción real transcurre en el intervalo de veinticuatro horas, al estilo de la Señora Daloway, de Virginia Wolf, o El Ulises de Joyce. Mis antenas de lector pertinaz y sosegado se elevaron sobre mi frente y empecé a adentrarme en un universo de sofocos emocionales que se inicia con el descubrimiento de un hombre semiinconsciente arrumbado en la cuneta de un descampado, cubierto de hormigas y en trance de disolverse en aquel infierno del terral malagueño.
A partir de ahí, de ese descubrimiento por un transeúnte ocasional y medio pasmado por el fumeteo intenso, se desencadena un torrente de personajes relacionados con el suceso o ajenos a él, que van intentando acomodar sus vidas a su peculiar y pugnaz, dolorosa o inconsistente rutina.
El hilo narrativo se va enredando de manera casi procaz en las mentes de los desarrapados vagabundos, los autónomos sin autonomía, los burgueses de inconfesables vicios, los funcionarios con o sin tacha, los cantaores de medio pelo o los que se buscan la vida de cualquier modo. Las acciones físicas, las trampas, los devaneos, las miserias y los vicios discurren cruzando los destinos de cada cual, o o si se tratara de una rememoración literaria de la pintura del Bosco.
El texto es abigarrado, barroco hasta la extenuación y en ocasiones cortante, ácido y venenoso. Todo ello, el caleidoscopio humano, la presencia fatigosa del cálido viento terral, el desconocido callejero urbano que el autor recorre a lomos de una inquietante caminata de pies ardiendo, te obliga a ponerte en guardia, a detenerte más de lo normal. La técnica narrativa, de ida y vuelta constante, con incrustaciones en el texto de pedrería poética, tampoco ayuda al lector impaciente a to era partido por unos o por otros. Finalmente todos los personajes, ahogados en el terral y en sus sentimientos dolientes, parecen malos. Antonio Soler no quiere salvar a nadie, deja al lector la comprensión de esas mentes oblicuas. La novela dura en tiempo real un día pero hay tanta historia anterior y tanto futuro incierto, tanta podredumbre, tanto matiz emocional, tantas conjuras y tantos apetitos que abre las ventanas de un tiempo interminable.
Debo confesar que me emocioné y me cabreé, me sacié y en ocasiones me abstuve, pero me alegro de haber leído esta novela de Antonio Soler, lúcida, salaz, hiriente y calurosa.

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Alegría: bálsamo y antídoto

Alegría. Manuel Vilas. Editorial Planeta

Libro recomendado por Paloma Gandía.

“Llegué por el dolor a la alegría”, escribió el poeta José Hierro en la década de 1940, después de haber sido detenido y encarcelado por haber pertenecido a una organización de ayuda a los presos políticos, entre los que se encontraba su propio padre. Con esta cita, tan significativa, ha decidido Manuel Vilas comenzar su última novela, Alegría. Una declaración de intenciones que resume el contenido de la obra y del propio pensamiento del autor. Al mismo tiempo, sitúa al lector: nos comunica que regresa el Manuel Vilas que nos hizo recordar, llorar y añorar con la autoficción que creó en Ordesa (2018), pero esta vez con una pequeña diferencia. El escritor de Barbastro nos cuenta que hay luz en la oscuridad, alegría en la tristeza y belleza en las tinieblas.

De esta forma, Alegría se convierte en una obra complementaria a la anterior. El narrador de la novela es un escritor que ha obtenido cierto éxito a raíz de un libro cuyo nombre jamás se revela, y contempla, mediante el amor a su pareja, a sus hijos y a sus padres muertos, la belleza del universo. A través de pequeñas anécdotas, entre las que encontramos viajes realizados por el mismo autor, vivencias familiares o episodios cotidianos, observamos cómo la melancolía antecede a la felicidad y el narrador alcanza la catarsis. En ciertos momentos, el protagonista sucumbe a la ansiedad, la tristeza, a aquellos sentimientos que de vez en cuando se posan sobre el alma del ser humano y tratan de usurparle la vida. Sin embargo, flota un brío de esperanza, los capítulos desprenden la certeza de que el dolor es solo una etapa hacia la alegría.

Aquellos acostumbrados a Vilas volverán a reconocer en esta obra –finalista del Premio Planeta 2019-, la prosa electrizante que le caracteriza. Una escritura sincera, honesta, sin tapujos ni miedos, capaz de apelar al mismo corazón del lector. Posee una asombrosa capacidad para hablar sobre la pérdida, la memoria, la muerte, y, en particular, sobre la resiliencia: esa hermosa capacidad con la que el ser humano sobrevive a los obstáculos que se le interponen en su camino. Alegría, en definitiva, funciona como un antídoto para superar la nostalgia, y también como un bálsamo para sanar las heridas.

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El árbol, de Slawomir Mrozek.

El árbol. Slawomir Mrozek. Editorial El Acantilado

Llibre recomanat per José Félix escudero Pitarch

Temps enrere, no massa temps diria, va caure en les meves mans un llibre de l’escriptor, dramaturg i dibuixant polac Slawomir Mrozek. Es deia “El elefante” i el vaig llegir uns quants mesos desprès d’agafar-lo i confés que em va sorprendre, bàsicament per la subtilesa i sobretot per l’eficàcia satírica. Em vaig prometre aleshores que llegiria algun llibre més de Mrozek. I vets aquí que el mes passat me vaig trobar de cara a un llibre de contes intittolat “El árbol” i em va durar un tres i no res, no perqué siga curt, que també, sobretot però perqué una vegada comences ja no t’el pots deixar. Vos preguntareu per què i la raó és ben senzilla, t’atrapa. Jo no faig distinció entre el relat curt i la novela si es tracta de bona literatura. Conec i he llegit molts autors de contes que tenen un èxit literari inabastable, parle de Borges, Cortázar, Bellow, Onetti, Atwood, Calders, pose per cas. I des d’ara incorpore el nom de Mrozek a aquesta o una altra llista semblant. En El árbol n’hi han uns trenta contes i us he de dir que al meu parer més d’una dotzena podrien estar a qualsevol bona antologia. L’autor polac gasta una prosa senzilla i subtil alhora per descriure situacions de la vida quotidiana, que ho son en la mèdica que relaten situacions ben conegudes, però finalment alguna cosa fa canviar el relat i sembla cosa fantàstica allò que abans us havia paregut ordinari.
Es tracten temes tan comuns com l’enveja, l’egoïsme, la vida sota els règims totalitaris, la llibertat, l’amor i l’ amistat però sempre des d’una visió provocadora que enfronta els personatges a resoldre un problema moral, social o polític sense cap excusa. N’hi han de llargs i de curts i en aquests fa prodigis emocionals en dos o tres planes. Diríeu que és una mena de Auguste Monterroso centreuropeu, tot i que en aquest cas, Mrozek aprofita la melamgia pròpia de la seua terra per a marcar distància amb els escriptors sudamericans.
Ja dic, prosa senzilla i fèrtil que fa pensar, que ens obliga a anar un pel més enllà del que acabem de llegir i ens prepara per al següent conte. Encara que no ho parega discorre per les venes d’aquest llibre un fil fantàstic, una mena de prodigi narratiu invisible que et fa somriure des de la ingènua, en aparença, posició personal de l’autor. Una troballa que paga la pena llegir.

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La cocinera de Castamar

La cocinera de Castamar, Fernando J. Múñez. Editorial Planeta

Libro recomendado por Sheila Cubas Domínguez.

Un título que describe, sin lugar a dudas, a la protagonista principal de esta magnífica novela coral que engancha de principio a fin. La señorita Clara Belmonte, la hija de un doctor venida a menos, entra a trabajar en la cocina de don Diego de Castamar, Grande de España. Allí descubrirá como los juegos de poder, las intrigas y las apariencias no son exclusivas de la Corte. Gracias a su educación y su talento único para la cocina, Clara irá ganándose un sitio entre la servidumbre de la casa por derecho propio, a pesar de la pérdida en un trágico accidente, algunos años antes, de la duquesa doña Alba.
Fernando J. Múñez ha conseguido crear una obra fascinante, sumergiendo al lector en los usos y costumbres de la nobleza de España en el siglo XVIII, a la vez que describe con gran precisión los entresijos protocolarios, las diferencias de clases y el esplendor y fastuosidad de sus comidas y celebraciones. Al mismo tiempo, ha sido capaz de hilar una trama conspiratoria, que atrapa al lector sin posibilidad de escape, gracias un villano pérfido que actúa en la sombra. Personajes buenos, malvados y ambiguos se entrecruzan en este seductor relato, de lectura ligera, que deja al lector con un agradable sabor de boca.

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EL VÉRTIGO HORIZONTAL Juan Villoro

El vértigo horizontal. Juan Villoro

El vértigo horizontal. Juan Villoro. Editorial Anagrama

Libro recomendado por Salvador Vives López

¿Quién Conoce a fondo la Ciudad de México? ¿Quién puede describir, explicar ese marasmo inescrutable, abismal, multiforme, hermoso, que conforma la mayor ciudad de América? Pues parece que nadie y los intentos son vanos. Sin embargo, el magnífico prosista mexicano Juan Villoro nos aproxima de una forma tan especial como la propia ciudad a la esencia de la misma. Y lo hace en un libro poco clasificable, porque en él confluyen elementos descriptivos (por cierto muy penetrantes) tanto de personas y personajes de la ciudad, cuanto de espacios, cuanto de situaciones en la propia ciudad (fiestas, grupos sociales etc.) cuanto de actitudes de los chilangos (especialmente penetrante me ha resultado el capitulo sobre los OVNIS). Y a todo ello le unen situaciones autobiográficas variadas que conforman lo que podríamos denominar una experiencia de la ciudad de México ( chilangópolis en palabras del autor) hecha desde la devoción de chilango empedernido pero dotada de una penetración en la realidad realmente notable .

Un libro dividido en capítulos, generalmente cortos, que pueden leerse aislados pero que leidos de forma conjunta ofrecen la sensación de que se va componiendo un puzle infinito. Una obra que de fácil y amena lectura, a la que no le falta humor, dramatismo, tragedia, , heroicidad a veces diaria.
Escrito en una prosa esplendida, con un lenguaje exquisito y rico en vocablos mexicanos muchas veces desconocidos para el gran público en castellano.

Un libro tan apasionante y complejo como la propia ciudad.

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Ousman Umar, Viaje al País de los Blancos

Viaje al país de los blancos. Ousman Umar. Editorial Plaza & Janes

Libro recomendado por Esteban Bérchez

Ousman Umar, el autor y protagonista del relato que reseñamos, me recuerda al héroe griego Ulises, quien partió de Troya después de diez años en dirección a su tan amada Ítaca, donde le esperaban su esposa y su hijo. Pero en su travesía de vuelta se vio frenado por adversidades de todo tipo: tormentas, monstruos, muertes, engaños…, que le mantuvieron —mucho más tiempo del esperado y deseado— alejado de sus seres queridos. Cuando después de veinte años contempló de nuevo su reino se sentía agotado, abatido, pero también, como dirá el poeta Kavafis, “rico en saber y en vida”. No son dos viajes comparables, el de Ulises y el de Ousman, pero la impresión que causan las vivencias de ambos viatores es, por lo menos para mí, semejante.

Se trata de un relato en primera persona de un niño negro de Ghana cuyo deseo es vivir en el País de los Blancos, confiado en que allí (en un país europeo cualquiera) la vida será no solo mejor que en su pueblo, sino fascinante y onírica. Las peripecias que debe vivir para llegar finalmente a Barcelona son numerosas e impresionantes y el lector bien podrá conocerlas durante su propia travesía lectora; pero no me resisto a reproducir algunas pocas frases del libro, plagado de temas puramente humanos que no saben de épocas ni territorios: la amistad, el dolor de la muerte de un ser querido, el hambre, la pobreza, la crueldad, el racismo, el bandidaje, las violaciones, el tráfico de personas, el egoísmo… todo ello unido a la desazón que produce el creer que algo has hecho mal en la vida para merecer tal castigo, pero que a su vez aporta un rayo de esperanza para aquellos —no pocos— que se encuentran en la misma situación en la que se halló Ousman Umar: “Necesito contar esta historia —dice su protagonista—, hasta que no haya más historias como esta que contar”.

El concepto de tiempo dentro de la cabeza de una persona analfabeta es completamente diferente al de una persona culta. Si me preguntabas qué iba a pasar al cabo de cinco años no sabía preverlo. No me importaba el largo plazo. Estaba acostumbrado a preocuparme por comer ese día y saber si habría algo de comer al siguiente” (p. 44). “El primer grupo de cadáveres que vimos [en el desierto] nos causó una profunda impresión. […] ¿Quiénes serían esas personas? ¿Quiénes las amaban? ¿Quiénes estarían esperando noticias de ellas? ¿Dónde? Ahora solo eran unos cuerpos sin nombre tirados en el desierto, donde ya iban a permanecer para siempre. Yo, optimista, pensé que teníamos suerte de no haber acabado así” (p. 59). “Una de las cosas más tristes que he aprendido en este viaje es que en la vida nadie da nada gratis. Siempre se espera algo a cambio: esa es la naturaleza humana” (p. 76).

Cuando los griegos acudían al teatro a ver una tragedia no les importaba tanto el argumento —casi todos lo conocían ya— como la forma de contarlo y las sensaciones que podía producirles la representación. El éxito entonces lo imponía lo que Aristóteles llamaba ‘catarsis’, es decir, lograr que los espectadores sufrieran una purga interior, motivada por las desgracias que padecían los protagonistas y acaso por el temor de que esas desgracias pudieran vivirse en las propias carnes. El sufrimiento causado —y también el miedo— arrastraba y expulsaba con fuerza las desavenencias personales y hacía al espectador, sino mejor persona, al menos sí más receptivo a los problemas ajenos. Esto es lo que produce el libro de Ousman Umar; sin lugar a dudas una purga necesaria en estos tiempos.

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Cicerón y la oratoria

La oratoria en la antigua Roma. Esteban Bérchez Castaño y Jorge Tárrega Garrido. Editorial Tirant lo Blanch

Libro recomendado en Zibaldone por Eirene Fernández

El pasado 17 de octubre de 2019 la editorial Tirant lo Blanch, cuyo objetivo es publicar libros de contenido humanístico, presentó en la librería de la calle Artes Gráficas de Valencia su nueva colección Quadriga. Se trataba, en concreto, del libro que inaugura la colección y que lleva por título La Oratoria en la Antigua Roma, resultado de una colaboración entre Esteban Bérchez Castaño, doctor en Filología Latina por la Universidad de Barcelona,y Jorge Tárrega Garrido, doctor en Filología Clásica por la Universidad de Valencia. Ambos autores son profesores asociados en la Universidad de Valencia, han realizado numerosas publicaciones en revistas especializadas en el ámbito del mundo Clásico y son conocidos por dar un fuerte impulso a la didáctica del latín con metodologías activas.

El libro se divide en dos partes: en la primera se hace un repaso a la Oratoria Romana desde sus inicios hasta su decadencia después de la muerte del famoso orador Marco Tulio Cicerón, escritor con el que la disciplina llegó a su punto más álgido, mientras que la segunda está dedicada íntegramente al orador arpinense y ofrece una traducción actualizada de dos de sus discursos, el que pronunció en contra de Catilina y el que compuso en defensa del poeta Arquias.

Respecto a la primera cuestión, el texto pone de relieve cómo el estudio diacrónico de la oratoria presenta problemas ya que, lamentablemente, se ha perdido un gran número de los discursos y de muchos de ellos nos han llegado conservados sólo algunos fragmentos, gracias a la recomposición de los mismos o sus menciones en otros autores. Es indudable, en todo caso, la importancia que el arte de la palabra tenía en la vida política y judicial de la Roma republicana. Un ejemplo de ello es el primer discurso de la historia de Roma, pronunciado por Menenio Agripa y recompuesto en Tito Livio, el cual evidencia el poder que los romanos otorgaban a la palabra para conseguir la concordia social.

En este mismo sentido, aunque quedan pocos fragmentos de los más de ciento cincuenta que pronunciaría, estaría el ejemplo de Catón, hombre políticamente activo que, con su elocuencia, persuadió al Senado a fin de destruir por completo la ciudad de Cartago. Sin embargo,a pesar de que era célebre su odio hacia la cultura helénica, fue el primero que escribió en latín reflexiones sobre retórica. También los hermanos Graco, con estilos diferentes (“el uno dulce y calmado, el otro apasionado y vehemente”), poseían este peligroso don de la palabra que los arrastró a la muerte.

Fue, sin embargo, el propio Cicerón quien reconozca que la lengua latina se puede equiparar con la riqueza de la lengua griega gracias a sus propios maestros, los oradores Antonio y Craso, añadiendo cómo “la única manera de superarlos era añadiendo a la disciplina oratoria conocimientos filosóficos, históricos y jurídicos […] con lo que viene a decir que él mismo se convertirá en el mejor orador de la historia” (pág. 34).

Contemporáneos de Cicerón como Hortensio y Gayo Julio César, fueron afamados protagonistas de los hechos acontecidos en los últimos años de la República. Recuérdese cómo en el juicio celebrado contra Verres, Cicerón, que representaba a la acusación, venció al renombrado orador Hortensio encargado de la defensa, y cómo este hecho impulsó su carrera política, que supo combinar con una extensa producción literaria. De él se conservan obras suyas de retórica, de filososía, cartas e incluso poemas, además de una gran variedad de discursos judiciales, como los pronunciados a favor de Roscio o Marco Celio, o los pronunciados en contra de Milón, Pisón o Marco Marcelo. Será, sin embargo, con Las Filípicas con las que Cicerón firmó su sentencia de muerte, marcando su desaparición el inicio de la decadencia de la Oratoria.

Más tarde, en efecto, el poder imperial hará prácticamente innecesaria esta disciplina: por unlado se reduce por ley el tiempo de las intervenciones en los juzgados; por otro, queda patente que los discursos ya no afectan al devenir político. Ante esta nueva situación, los oradores del primer siglo de nuestra era, como Marco Valerio Mesala, se caracterizan por “un talante lisonjero” (pág, 61). Sin embargo, aunque Plinio el Joven en sus epístolas se lamenta de que este “tipo de discurso tan odioso como falso se ha vuelto ahora tan sincero como atractivo”, él mismo no consiguió alejarse del “empalagoso estilo laudatorio” (pág. 65) en el que no faltan los agradecimientos al emperador y se alaban las virtudes de su vida pública y privada.

Es interesante que, en todo este repaso diacrónico que abarca la primera parte de este libro, se nos ofrezca una continua selección de fragmentos de discursos –traducidos– con los que se acompaña a cada orador que es nombrado, siendo más numerosos los ejemplos de Cicerón. De este modo, el trabajo se convierte en una sintética antología. En último lugar, para cerrar esta primera parte, se expone también una abundante bibliografía en la que poder profundizar en el estudio, tanto en el campo de la disciplina de la oratoria, como en el de los oradores mencionados.

La segunda parte del libro comprende, como ya quedaba señalado, la traducción de dos discursos: el primer discurso contra Catilina y el escrito en defensa del poeta Aulo Licinio Arquias.

La traducción del primero (pronunciado por el cónsul Cicerón ante el Senado contra Catilina a finales del año 63 aC) corre a cargo de Esteban Bérchez y remite ala edición alemana del texto en latín de Teubner (2003). Bérchez nos introduce al personaje de Catilina, su contexto histórico y cómo fue el desarrollo de los cuatro discursos pronunciados por el cónsul ante el Senado y ante el Pueblo para su acusación. Con él, como es sabido, consiguió Cicerón finalmente, con el poder de su oratoria, conseguir del senado la sentencia de muerte de Catilina y frenar, por tanto, el golpe de estado que pretendía éste llevar a cabo. Resultan llamativas las acotaciones que aparecen entre corchetes en la traducción y que, totalmente ausentes en el texto latino, se utilizan como introducción de un escenario o para explicar elementos de la acción que permiten al lector entender mejor la escena1.

Por su parte, el discurso en defensa del poeta Aulo Licinio Arquias está traducido por Jorge Tárrega y remite al texto latino publicado por la editorial Oxford (1911). En la introducción a la traducción, este explica las motivaciones del discurso. Aparte de pretender Cicerón la defensa del poeta griego como un ciudadano romano y de intentar atenuar el distanciamiento que él mismo tenía con la familia de los Lúculo, Tárrega resalta otra motivación del discurso, sugerida ya por Petrarca en el s. XIV: el deseo de desarrollar una defensa de la Humanitas estableciendo “un alegato reivindicativo de las letras que nos advierte de la continua amenaza de incomprensión a la que se ven, también hoy sometidas” (pág. 109).

Con todo ello, el libro comprende, en resumen, un repaso diacrónico sobre la oratoria partiendo de una interesante selección de textos de diferentes autores, además de proponer traducciones actualizadas sobre dos discursos de Cicerón. Se trata, por usar las palabras que el filólogo y ensayista D. Javier García Gibertpronunció el pasado día de la presentación, “de un libro elegante”.

El siguiente número de la colección Quadriga, que lleva por título La Comedia en la Antigua Roma, de Maria Luisa Aguilar García y Xavier Mata Oroval, está disponible para su venta desde el mismo día de la presentación de la colección. Contiene traducciones de Tito Macio Plauto y Publio Terencio Afro.

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Trilogía de Cicerón: Imperium, Conspiración y Dictator

Imperium. Robert Harris. Editorial Debolsillo

Libro recomendado por Esteban Bérchez Castaño

Hay libros cuya lectura te deja un regusto que te acompaña durante varios días. No es ningún sentimiento concreto, sino más bien una sensación —acaso catártica— que te imprime lo sugerente del argumento o el atractivo de los personajes, a la vez que otros factores como el momento y lugar de la lectura, el estado anímico o la compañía silenciosa que te ampara. Esta trilogía desde mi experiencia personal entra en esta categoría. Se trata de una vida novelada del político y orador Cicerón en tres libros (Imperium, Conspiración y Dictator), unas mil quinientas páginas en total, y de una crónica de uno de los periodos históricos más críticos de la Historia como es el fin de la República romana. El narrador es Tirón, esclavo primero y secretario después de Cicerón, quien al parecer compuso realmente una biografía del orador hoy no conservada. Robert Harris con esta trilogía que le llevó doce años escribir consigue a partir de las innumerables fuentes antiguas sobre la vida y obra de Cicerón crear una narración lineal y coherente con tres momentos estelares que se equiparan con cada uno de los tomos: el enfrentamiento de Cicerón contra Verres, el sofocamiento del golpe de estado de Catilina y la invectiva contra Marco Antonio. Y es que no hay ningún autor romano del que hayamos conservado tantas obras y del que podamos reconstruir con tanto detalle su pensamiento y su vida —año a año, mes a mes y a veces día a día y hora a hora—.

Al final del libro afirma Tirón con contundencia una frase que vertebra la vida entera de Cicerón: “Lo único que perdurará de nosotros es lo que quede escrito”. Harris en un estilo trepidante propio del thriller encadena las cartas, discursos, tratados y poemas del orador romano con una atrayente y atractiva trama. Habrá quien rechace el género de la novela histórica por falta de rigor, pero no es este el caso y allí donde el autor puede tener algún lapsus es totalmente lícito en aras del desarrollo del argumento. Las obras de Cicerón brillan por sí solas, pero no está de más que a veces nos presenten, aunque sea de forma ficticia, el lado humano del que fue uno de los personajes más relevantes en la Roma antigua.

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Màquines poetes

Màquines com jo. Ian McEwan. Anagrama Editorial

Llibre recomanat per Martí Domínguez.

Ian Mc Ewan és dels pocs escriptors contemporanis que s’interessa per la ciència. En Amor perdurable tractava temes de la sociobiologia, en Solar del canvi climàtic, en Dissabte de la neurociència. I ara, en Màquines com jo, s’enfronta al repte de la robòtica. Aquest interès per la ciència i la tècnica és molt encomiable, i les novel·les tenen sempre el seu perquè de ser: hi ha rere elles una descripció social que va més enllà de la casuística científica. Potser, en ocasions, es veu massa la professionalització de l’autor: a parer meu, el seu millor llibre és Cheasil beach, que és alhora el més prim i espontani. Dit això, McEwan sempre és interessant de llegir, perquè com a bon professional hi posa tot el que necessita la novel·la. I en Màquines com jo s’enfronta a un robot, de nom Adam, que arriba a ser sensible, a tenir consciència, que arriba a ser. Potser tot és massa previsible, fins i tot el desenllaç (que no desvelaré). És el gran dilema al que s’enfronten els humans: arribarà a fer la IA màquines com nosaltres? Fins i tot, màquines que puguen mentir? Adam composa haikus (no sé quants per minut), i sembla tenir sensibilitat artística. També s’enamora i també fa l’amor. Adam és com nosaltres; no, millor que nosaltres… Aquest és el problema. Ian McEwan juga en aquesta novel·la amb vàries ucronies, i permet que Alan Turing encara estiga viu, i no s’haja suïcidat. També que els argentins guanyen la guerra de les Malvines. Tot això fa que aquesta novel·la, amb robots enamoradissos, i escenaris i personatges inversemblants, siga per moments una mica delirant. Un desgavell que sols la ploma segura de McEwan manté en alt, amb dignitat.

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Los colores del incendio. Pierre Lemaitre.

Los colores del incendio. Pierre Lemaitre. Salamandra Ediciones

Libro recomendado por José Félix Escudero

Antes de empezar a leer esta novela, confieso que disponía de unos gramos extra de excitación, derivados del placer que me produjo la lectura de Nos vemos allá arriba, del mismo autor y que no exigía, al menos desde mi punto de vista, una continuación. Pero Lemaitre ha querido continuar con la trayectoria vital de los miembros de la familia Pericourt, banquero de postín, en la Francia de las primeras décadas del siglo XX.

La novela anterior era especialmente singular, tanto por la construcción de personajes deslumbrantes en un entorno social, político y económico muy complicado, como por la deliciosa suntuosidad literaria con que enfrenta los acontecimientos personales, conflictos, emociones, pasiones y desventuras que les atañen. Hay en esa novela anterior, mágicas pulsiones antropológicas y desusadas formas de resolución.

En esta novela que ahora os reseño, persisten algunos de los elementos esenciales de la escritura anterior, pero no alcanzan el nivel o mejor dicho el fulgor que emana de aquellas páginas, prácticamente desde el principio. Siempre hay alguna clase de frustración cuando después de una gran novela le sucede otra que pretende completarla. Y es verdad que la completa en sentido estricto, porque muerto el fundador de la familia, el banquero, y muerto su hijo, Edouard, el mítico personaje de Nos vemos allá arriba, la historia se centra en los herederos, su hija Madeleine y su nieto Paul.

Como no podía ser de otro modo tratándose de Lemaitre, el principio de la novela es el entierro del prócer que parece poder discurrir por las vías normales de un entierro al uso aunque sea importante social y económicamente hablando. Pero el autor, imaginativo y enormemente dotado para la provocación y la sorpresa, introduce un elemento trágico de tal calibre y tan desmesurado, que el proceso se altera para siempre y la historia empieza, poco a poco, pero con gran precisión, a ser la construcción de una traición y, de modo virtuoso, la planificación de la correspondiente venganza.

Lemaitre elige el modelo del folletín para relatar esta historia de ambiciones, bajas pasiones, amores complejos, infidelidades y grandes y pequeñas traiciones, y lo hace, seguramente para prender en el lector la mecha de la impaciencia por conocer el final.

Me ha gustado la lectura aunque no me haya sorprendido. Pero eso no es malo, porque poner el listón siempre en lo alto acarrea muchas veces estúpidas decepciones. No pasa eso aquí, no puede pasar porque el hilo narrativo es sencillo pero exigente y te conduce a la comprensión, sin tacha, de muchas de las miserias de la condición humana. Y de paso dibuja con objetiva complacencia el escenario de entre guerras, en Europa, uno de los más ácidos, inclementes y literariamente sobrecogedores de cualquier tiempo.

Que les aproveche.

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