Propuesta de acuerdo sobre el lenguaje inclusivo

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Libro recomendado por Esteban Bérchez

Pocos temas hay tan controvertidos hoy en día como el del lenguaje inclusivo. Adoptar unas posturas u otras puede llevar a malos entendidos e incluso a juzgar a una persona de lo que no es. Por ello no es de extrañar que Grijelmo, uno de los expertos más perspicaces y rigurosos de la lengua castellana, empiece —con una muestra de honestidad— tildando su libro de “documento abierto a sugerencias, enmiendas y correcciones, incluso a ser desechado en su totalidad”. A lo largo de diez capítulos aborda el tema desde las dimensiones propias de todo lingüista, la diacronía y la sincronía, insistiendo repetidas veces y casi como hilo conductor que no es la lengua la que es machista, sino el uso que se hace de ella. El libro trata la creación del masculino genérico “como consecuencia de la importancia de la mujer” y no “como fruto de la dominación de los varones”; las duplicaciones, tan habituales en la actualidad y a veces tan innecesarias; y los recursos adoptados por algunas personas para incluir en un mismo morfema tanto a hombres como mujeres (la terminación –es, les niñes, en vez de los niños y las niñas; la arroba, que ni siquiera es un signo lingüístico, trabajador@s; o la x, impronunciable en castellano, trabajadorxs). Habla también Grijelmo del lenguaje identitario, es decir, aquel que se erige como símbolo del feminismo: sororidad, patriarcado, heteropatriarcado, androcentrismo, micromachismo, Mansplaining, techo de cristal…, términos identitarios (lo mismo que jueza o género) que, más allá de asumirlos o no, “sirven para identificar los conflictos y, al nombrarlos, crear la conciencia de que existen”. Apunta las reformas que ha hecho el DRAE en este ámbito y las mejoras que, en opinión del autor, todavía le faltan por hacer. Analiza el mal uso de la palabra género, acaso por una errónea traducción del inglés gender, en expresiones del tipo “igualdad de género” o “perspectivas de género” y propone —todo su libro, como bien indica el título, es una propuesta además de un estado de la cuestión— otras expresiones del tipo “igualdad sexual” y “perspectiva feminista”. Y asimismo critica, por impreciso e inexacto, el uso de expresiones como “violencia intrafamiliar, familiar, en el hogar o doméstica”. Especial interés tiene como colofón y recopilación de sus ideas principales el “Borrador de propuestas de acuerdo sobre lenguaje inclusivo”, 36 propuestas en 8 páginas que desean “ofrecer un marco que pueda ayudar a una aproximación de posturas cada vez más necesaria”, a la vez que despertar la reflexión en el lector.

Un trabajo este, en conclusión, tratado desde un respeto exquisito a la variedad de opiniones y sustentado en una amplia bibliografía sobre el tema y un conocimiento profundo de la lengua castellana. “La mejor manera de hacer que la lengua española deje de ser machista —apunta Grijelmo recogiendo las palabras de José Luis Mendívil, profesor de la Universidad de Zaragoza— es que lo dejen de ser sus hablantes”.

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