Libro recomendado por Paloma Gandía.
“Llegué por el dolor a la alegría”, escribió el poeta José Hierro en la década de 1940, después de haber sido detenido y encarcelado por haber pertenecido a una organización de ayuda a los presos políticos, entre los que se encontraba su propio padre. Con esta cita, tan significativa, ha decidido Manuel Vilas comenzar su última novela, Alegría. Una declaración de intenciones que resume el contenido de la obra y del propio pensamiento del autor. Al mismo tiempo, sitúa al lector: nos comunica que regresa el Manuel Vilas que nos hizo recordar, llorar y añorar con la autoficción que creó en Ordesa (2018), pero esta vez con una pequeña diferencia. El escritor de Barbastro nos cuenta que hay luz en la oscuridad, alegría en la tristeza y belleza en las tinieblas.
De esta forma, Alegría se convierte en una obra complementaria a la anterior. El narrador de la novela es un escritor que ha obtenido cierto éxito a raíz de un libro cuyo nombre jamás se revela, y contempla, mediante el amor a su pareja, a sus hijos y a sus padres muertos, la belleza del universo. A través de pequeñas anécdotas, entre las que encontramos viajes realizados por el mismo autor, vivencias familiares o episodios cotidianos, observamos cómo la melancolía antecede a la felicidad y el narrador alcanza la catarsis. En ciertos momentos, el protagonista sucumbe a la ansiedad, la tristeza, a aquellos sentimientos que de vez en cuando se posan sobre el alma del ser humano y tratan de usurparle la vida. Sin embargo, flota un brío de esperanza, los capítulos desprenden la certeza de que el dolor es solo una etapa hacia la alegría.
Aquellos acostumbrados a Vilas volverán a reconocer en esta obra –finalista del Premio Planeta 2019-, la prosa electrizante que le caracteriza. Una escritura sincera, honesta, sin tapujos ni miedos, capaz de apelar al mismo corazón del lector. Posee una asombrosa capacidad para hablar sobre la pérdida, la memoria, la muerte, y, en particular, sobre la resiliencia: esa hermosa capacidad con la que el ser humano sobrevive a los obstáculos que se le interponen en su camino. Alegría, en definitiva, funciona como un antídoto para superar la nostalgia, y también como un bálsamo para sanar las heridas.
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