Libro recomendado por José Félix Escudero Pitarch
Ninguna palabra es inocente. Nunca. Ese es el comienzo de esta novela que se origina en la supuesta trivialidad de una historia familiar como tantas otras, donde el relato de las penurias, los pequeños entredichos, las grandes o pequeñas calamidades, se suceden al compás de los tiempos con esa triste fatalidad de los destinos trágicos o simplemente normales.En la premisa inicial se esconde una reflexión sobre el lenguaje que firmaría cualquier semiótico, Barthes, por ejemplo. Y es que las cosas son como son o pudieron ser como fueron hasta que el relato de lo que sucedió se cuenta cada vez en versiones diferentes, ampliadas o supuestas. Landero nos cuenta la historia de una familia de tres hermanos y una madre que tras la muerte repentina del padre se exige y exige una mirada sacrificada, triste y doliente de la vida de cada cual. La historia se la cuenta cada hermana a la mujer del hermano, Aurora, Auri, que tierna y sensiblemente va escuchando los relatos repetidos y enriquecidos cada vez de lo que fue y es su vida y de los hechos que determinan una u otra actitud, vivencia, compromiso, insatisfacción, rabia o abandono. Asistimos desde el principio al laborioso tejido de las palabras en ese debate a cinco, abierto y brutal que se renueva permanentemente en los oídos de Aurora, la confidente ideal de una familia destruida por una fatalidad innecesaria, a la que la memoria ha ido dotando de su peor versión. Todos se hablan entre ellos y con Aurora en un carrusel espumante en que el lenguaje reafirma su condición transformadora y lúbrica. Has de estar atento a quien habla y para quien lo hace, aunque finalmente el acceso a la realidad lo da un hilo narrativo interior sencillo, comprensible, virtuoso y dúctil, que nos hace acompañar a uno de los libros del escritor de Albuquerque más luminosos, dejando aparte Entre líneas, el cuento o la vida, y Juegos de la edad tardía, su primera y ya lejana gran novela. Dicen del escritor extremeño que es uno de nuestros novelistas más cervantino sin que se sepa muy bien que quieren decir con esto. Si acaso, aventuro que lo dirán porque convierte lo normal en importante y una novela aparentemente trivial en una épica de nuestro tiempo. Se lee con suave e íntima satisfacción y nos devuelve el orgullo de un castellano impecable. No puedo resistirme, para rematar mi reseña, a transcribir textualmente uno de los últimos párrafos de esta emotiva novela de brillante principio y deslumbrante e impensable final: “ Nunca, nunca, aunque no pase nada, la gente deja de contar, y si hay infierno, también allí seguirán contando por los siglos de los siglos, dándole cuerda una y otra vez al juguete de las palabras, intentando entender algo del mundo, tanteando en el absurdo de la vida en busca quizá de algún resorte que abra su ciega cerrazón, como la cueva de Alí Babá al conjuro de una palabra mágica, y nos descubra el gran tesoro de la razón, de la luz, del sentido exacto de las cosas.”
Dicho queda.
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