Lugares donde el dolor se calma

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Libro recomendado por José Félix Escudero Pitarch

Supuse que había cosas escondidas detrás de ese magnífico título. Conocía al profesor, al filósofo que lo había escrito, pero nunca había leído nada de él. Me puse a hacerlo aún después de ver el índice, donde abundan decenas de lugares italianos, Cumas, Palermo, Cineccittá, Nápoles, Taormina, por suponer que serían referencias clásicas para ilustrar otras interpretaciones. Lo son, por cierto, pero nada que esté preestablecido, nada ya leído o invocado. El libro del ex Ministro de Cultura del gobierno de Zapatero, César Antonio Molina,  es misteriosamente un libro de viajes o mejor de recreaciones de lugares donde estuvo con anterioridad y de los que conserva aromas, sensaciones, imágenes provechosas, ecos de voces de otro tiempo, lecciones de maestría, indagaciones y asombros.
La cosa empieza en Nápoles, en pasadizos en la ladera del Vesubio, donde resuenan las voces de Virgilio, enterrado cerca, en Cumas y del emperador Augusto hablando con Agripa en los inicios del reinado del primer emperador de Roma. Uno intuye en ese primer relato viajero el amor por el conocimiento con que el profesor reseña su andadura. Hay citas clásicas, repeticiones de versos magistrales, diálogos cruzados y una grandiosa precisión en los detalles.
El camino sigue con una impecable lección que el autor le da a su hija sobre la Fontana de Trevi, y uno que ha ido de turismo a Roma, agradece esa delimitación de líneas, procesos y sueños que se extienden ante la mirada de una joven a quien su padre ofrece, en bandeja, el preciado tesoro del amor por la cultura clásica.
Otra estación nos lleva al Panteón y en este caso la gracia de lo leído estriba en que las palabras las dicta la boca de un enamorado de esa construcción única, que ya jubilado, dedica horas a contarle a quien quiera oírle, los detalles más significativos de esa construcción asombrosa donde se encuentran los restos de Rafael y en su tumba uno de los epitafios más bellos jamás escritos. Seguimos leyendo y se nos explica la verdad de los retratos del gran pintor siciliano Mantegna, esparcidos por los mejores museos del mundo, para pasar a continuación a descubrir los vericuetos palaciegos por donde discurrió la vida de Giovanni Tomasso di Lampeusa, el autor del Gatopardo.
Descubrimos también el café de la Vía del Corso donde la filósofa María Zambrano escribió muchas de sus reflexiones del exilio imperioso que le tocó vivir en la primera década de los años cincuenta, mientras resuenan lejanos los pasos de Antonioni, De Sica y Visconti, en el inmenso jardín cinematográfico de los estudios de Cinecittà, recorridos con ojos ávidos por este profesor, cinéfilo que nos lleva de la mano con sus bellas, bellísimas palabras, a través de un tiempo anterior que nos ha hecho ser como somos y ha contribuido poderosamente a la civilización occidental.
Si por mi fuera, este libro, se ría una asignatura obligatoria en segundo de bachiller y en las universidades de letras. Está tan bien escrito y descubre tantas cosas hermosas, que efectivamente uno se calma y en el caso de que se lleve dentro un dolor propio o ajeno, éste decrece para dar paso a las mejores iluminaciones intelectuales. No deliro, no exagero cuando os digo lo que ahora os digo. Es cierto que para sacarle todo el jugo que atesora hay que haber leído mucho y haber amado mucho la poesía, la arquitectura, el cine, la pintura y la filosofía, pero si así no fuera tampoco importa. En alguna de sus centenares de páginas, cualquier lector encontrará una fruta deliciosa que morder, una frase seductora, un pasadizo por el que acceder a la belleza.

 

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